Agricultura urbana: algunas reflexiones sobre su origen e importancia
actual (Resumen)
Las prácticas agrícolas urbanas
no son recientes y han estado representadas principalmente por jardines-huerto
y huertos, que han formado parte siempre del paisaje urbano. Desde la década de
1980 los huertos urbanos han ido ganado importancia y adquirido nuevas
características relacionadas tanto con la soberanía alimentaria, la calidad de
los productos que consumimos y la generación de empleo, como con la mejora de
la calidad de vida, la educación ambiental, las relaciones sociales, la
transformación social y la regeneración urbana. Para esto han sido importantes
los movimientos sociales, la concienciación y la organización ciudadana; en las
últimas décadas han presionado a sus gobernantes y también han colaborado en la
planificación y creación de nuevos espacios de ciudadanía, de intercambio de
experiencias y de desarrollo de actividades ecológicas. En este trabajo
reflexionaremos sobre su evolución histórica, su importancia actual y su
finalidad en diversos países y regiones.
Palabras clave: agricultura
urbana (AU), huertos urbanos, agricultura ecológica, soberanía alimentaria,
participación ciudadana, educación medioambiental.
"Si quieres ser feliz una hora,
emborráchate. Si quieres ser feliz un día, mata al cerdo.
Si quieres ser feliz una semana, haz un viaje. Si quieres ser feliz un año,
cásate.
Si quieres ser feliz toda la vida, ten un huerto"
Proverbio chino
El ejercicio de la agricultura dentro de las ciudades no es reciente,
aunque desde finales de la década de 1980 se ha oído hablar cada vez más de la
agricultura urbana (AU) en el mundo. Se ha desarrollado como fuente
indispensable de alimentación para las personas con mayores carencias
alimentarias e instrumento de reclamo para una alimentación más saludable y un
ambiente menos contaminado.
Aunque existen pocos trabajos que traten de la agricultura urbana
específicamente, los elementos socioeconómicos y ambientales que inciden sobre
su desarrollo han sido ampliamente tratados e investigados. Como veremos más
adelante, su concepto está vinculado a temas como desarrollo sostenible,
insuficiencia alimentaria, agricultura ecológica, educación medioambiental,
calidad de vida, degradación ambiental, entre otros, y aunque su origen es más
remoto, ha sido a partir de la década de 1980 que ha suscitado debates
cada vez más intensos. La agenda 21 y los informes que la sostuvieron, los diferentes
índices de pobreza, las investigaciones sobre los impactos ambientales y la
creciente "huella socio-ecológica" global fueron algunos de los
principales instrumentos que contribuyeron al desarrollo de los conceptos que
justifican la agricultura urbana tal como la conocemos hoy.
Su difusión, como veremos en el transcurso de este trabajo se inserta en
una propuesta que articula necesidades que según las circunstancias se fusionan
o se distancian. Su práctica promueve el consumo de alimentos ecológicos de
bajo coste, colabora con la sostenibilidad ambiental de los entornos urbanos y
ha atraído la atención de un amplio sector de la sociedad, abarcando en un
mismo período varias generaciones que, con trayectos de vida diferentes, poseen
objetivos comunes. Así, mientras niños y jóvenes se unen para aprender y
reivindicar una sociedad más humana, adultos y mayores hacen del cultivo de
productos agrícolas una actividad de ocio y también de intercambio de
experiencias. La educación medioambiental y la actividad en los huertos
urbanos han dado paso a nuevas formas de aprender, de enseñar, de relacionarse,
de entender el mundo.
La difusión que esta actividad ha tenido en los últimos años y las
constantes noticias sobre praxis exitosas en diferentes
regiones y países nos hace reflexionar sobre su finalidad, sobre quiénes
están involucrados en el proceso, cómo están organizados, cuál es la
importancia que esta actividad tiene desde el punto de vista político, social,
ambiental y, también, cual es su similitud con la agricultura periurbana.
Por ello, estructuramos este artículo en cuatro apartados. En el primero
dedicaremos algunos párrafos al concepto de agricultura urbana y sus semejanzas
y diferencias con la agricultura periurbana. A continuación, a través de
algunos ejemplos más significativos, mencionaremos su importancia y su relación
con los jardines urbanos y periurbanos en el transcurso de los siglos, y
pondremos énfasis, en un apartado nuevo, en las experiencias de agricultura
urbana más conocidas en la primera mitad del siglo XX. Finalmente, y como punto
fundamental de este trabajo, analizaremos el papel de la agricultura urbana en
la actualidad, quiénes son sus protagonistas, qué finalidad tiene y cómo, en
algunos países las instituciones públicas han colaborado para su expansión.
Agricultura urbana y agricultura periurbana
El reciente uso de los términos agricultura urbana y periurbana,
especialmente el primero hace que la bibliografía encontrada aún sea muy
limitada, y muchas veces está publicada en documentoson line, en páginas
webs oficiales o de organizaciones como la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que desarrollan
programas que incentivan a este tipo de actividades.
El término "Agricultura Urbana y Periurbana" (AUP) fue
propuesto en 1999 por la FAO con el objeto de referirse a un tipo de
agricultura que se constituyó en el marco de la seguridad alimentaria en los
países subdesarrollados, aunque también está en franca expansión en países
desarrollados con otros objetivos.
Según la misma organización, el término Agricultura Urbana y
Periurbana (AUP), se refiere a "prácticas agrícolas que se llevan dentro
de los límites o en los alrededores de las ciudades de todo el mundo e incluye
la producción, y en algunos casos el procesamiento de productos agropecuarios,
pesqueros y forestales"[1].
Debido a sus características, algunas similares, con frecuencia el
estudio de la agricultura urbana se asocia a la agricultura periurbana. Sin
embargo es necesario establecer criterios rigurosos de lo que estamos
analizando, sobre todo cuando tratamos de los sujetos involucrados y de las
finalidades de éstas prácticas. Por esto y pese a que nuestro objetivo es estudiar
la agricultura practicada por personas que viven en las ciudades y que no son
agricultores (aunque podrían haberlo sido en el pasado), expondremos a
continuación las principales similitudes y deferencias entre ambas.
Por un lado, se entiende por agricultura urbana "la practicada en
pequeñas superficies (solares, huertos, márgenes, terrazas, recipientes)
situadas dentro de una ciudad y destinadas a la producción de cultivos y la
cría de ganado menor o vacas lecheras para el consumo propio o para la venta en
mercados de la vecindad" (figura 1)[2].
En este contexto, las expresiones agricultura urbana, urban
agriculture, agriculture urbaine o huertos urbanos se
refieren a superficies reducidas situadas en el perímetro urbano que se
destinan al cultivo intensivo y la cría de pequeños animales domésticos,
principalmente gallinas u otros similares y también, aunque raramente, vacas
lecheras. Esta producción se realiza principalmente en solares vacíos, patios y
terrazas que se transforman en huertos comunitarios y familiares; y es
practicada exclusivamente por personas que viven y trabajan en las ciudades.
Por otro lado, la agricultura periurbana tiene una
connotación más amplia, y puede abarcar desde la mini agricultura intensiva y
de subsistencia a la agricultura comercial realizada en el espacio periurbano
(figura 1). Las primeras tentativas de definirla o conceptualizarla proceden de
la décadas de 1970 y están relacionadas con la teoría de la
localización de Johann Heinrich von Thünendesarrollada
en la tercera década del siglo XIX y que estudia la relación y la distribución
espacial de las actividades productivas alrededor de las ciudades.
Como se observa, se considera agricultura periurbana la que se practica
en torno a los centros urbanos, en un espacio intermedio entre la ciudad y el
campo. Se trata de explotaciones localizadas en las cercanías del perímetro de
las ciudades, en un espacio de "confrontación" o transición entre lo
urbano y lo rural y que, dependiendo de la superficie pueden tener otras
actividades como la ganadería, la silvicultura o la pesca.
Con el objetivo de profundizar las diferencias entre agricultura urbana
y agricultura periurbana reproduciremos dos definiciones que se complementan.
Una, de 1979, propuesta por laOrganización para la Cooperación y el
Desarrollo Rural (OCDE), con un planteamiento espacial y que define la
agricultura periurbana como aquella practicada dentro de un radio de 20
kilómetros desde un centro urbano de más de 200.000 habitantes, y de 10
kilómetros desde ciudades con población entre 50.000 y 100.000
habitantes. Otra de la FAO, que expresa,
además, las actividades desarrolladas en la agricultura periurbana, ya que la
define como aquella integrada por unidades agrícolas cercanas a una ciudad
que explotan intensivamente granjas comerciales o semicomerciales para cultivar
hortalizas y otros productos hortícolas, criar pollos y otros animales y
producir leche y huevos[3]. En ambos conceptos, las
personas que la practican pueden agruparse en dos colectivos diferentes. Uno,
de pequeños agricultores que viven en la explotación y tienen en esta actividad
su profesión y medio de vida; otro, de asociaciones urbanas en las que sus miembros
optaron por cultivar en pequeñas áreas que están situadas fuera del casco
urbano.
Teniendo en cuenta éstas definiciones, podemos decir que, en general,
los conceptos de Agricultura Urbana y de Agricultura Periurbana se asemejan y
se diferencian en aspectos relacionados principalmente con los tipos de cultivo
y la escala de producción y de venta, estos últimos condicionados por la
extensión del terreno cultivado. La afinidad entre ambas agriculturas la
encontramos en las prácticas de cultivos intensivos de hortalizas, de hierbas,
de frutales y en la cría de pequeños animales domésticos y algunas vacas
lecheras, principalmente si estas actividades son practicadas por personas que
viven en ciudades. La discrepancia la hallamos si comparamos por un lado, el
tamaño de los huertos y por otro, el cultivo de algunos productos como los
cereales.
Sobre su finalidad, mientras la mayoría de los agricultores urbanos
tienen como objetivo mejorar la alimentación de la familia, ya que las
extensiones cultivadas son habitualmente pequeñas, en espacios reducidos,
vacíos o abandonados; los agricultores periurbanos con extensiones más amplias,
aunque menores que una finca rústica media, tienen como meta, además de la
subsistencia, la comercialización de los excedentes en ferias locales, mercados
o supermercados de la propia ciudad u otras cercanas. Según la FAO,
"La producción agrícola
urbana se orienta en general hacia el consumo dentro de la familia. Tan sólo en
algunos países – entre los que se incluyen Bangladesh, Madagascar y Nepal
– más de un tercio de la producción se vende en el mercado. Por ello la
agricultura urbana no es en primer lugar una fuente de ingresos en efectivo,
aunque en algunos países (en especial Magadascar y Nigeria) el porcentaje de
ingresos derivados de la agricultura urbana excede el 50 por ciento en el
quintil de menores ingresos."[4]
En cuanto al sistema de cultivo, éste depende de la información y de la
asistencia técnica que tengan o reciban tanto los agricultores urbanos como los
periurbanos. Generalmente los productos son cultivados ecológicamente, o con un
bajo porcentaje de substancias químicas, y es posible que el uso de
agroquímicos sea menor en la agricultura urbana y en los huertos intensivos
periurbanos cultivados por residentes en las ciudades, que en la agricultura
periurbana con fines comerciales. Los sistemas más utilizados en Latinoamérica
y El Caribe son variados (cuadro 1):
Cuadro 1
Sistemas utilizados en la agricultura urbana y periurbana de América Latina y
El Caribe
Sistema utilizado
|
Localización
|
Base tecnológica
|
Usuarios
|
Orientación potencial
|
Huertos intensivos
|
Periurbano
|
Manejo orgánico e inorgánico
|
Familias en trabajo colectivo
|
Comercial
|
Huertos organopónicos
|
Periurbano
|
Manejo y sustrato orgánico
|
Individual o colectivo
|
Autoconsumo/comercial
|
Micro huertos hidropónicos
|
Urbano
|
Soluciones nutritivas, control y reciclaje
de materiales
|
Familiar
|
Autoconsumo
|
Huertos caseros y comunitarios
|
Urbano
|
Manejo agronómico convencional
|
Escuelas o colectivos familiares
|
Autoconsumo/comercial
|
Huertos integrales
|
Periurbano
|
Depende del modelo productivo. Generalmente
convencional que incluye especies animales.
|
Granjas escolares o colectivos familiares
|
Autoconsumo/comercial
|
Empresa hidropónica de mediana escala
|
Periurbano
|
Solución nutritiva recirculante
|
Empresa familiar
|
Comercial
|
|
|
Jardines y huertos urbanos: una simbiosis entre la estética y la
utilidad
La agricultura periurbana fue definida en la década de 1970 y la agricultura
urbana en 1999 por la FAO, pero no obstante la historia de la agricultura urbana está muy vinculada a la jardinería y tiene múltiples
ejemplos en que flores, frutales, legumbres, hortalizas y hierbas convivían
armoniosamente en un mismo lugar.
Es el caso
de los jardines egipcios, griegos, romanos, bizantinos o musulmanes; aunque se
sabe poco sobre qué tipo de vegetales se cultivaban, lo conocido es suficiente
para comprobar la vinculación entre la agricultura intensiva y la jardinería.
En Egipto, frutales, palmeras y vides ordenados simétricamente eran comunes en
los jardines y proveían alimentos y sombra[5]; también los jardines de los templos
tenían espacios para el cultivo de hortalizas, hierbas o plantas especiales,
como la lechuga min utilizada en los rituales y ofrendas. Se
ha comprobado en la bibliografía y restos arqueológicos que en la Grecia
clásica eran habituales las parcelas de huertos y jardines vinculados a santuarios.
Además, los jardines y los huertos estuvieron presentes en los espacios vacíos
que permitieron la expansión posterior intramuros de la Roma antigua y en los
jardines extramuros de Bizancio, donde con complejos sistemas de regadío
cultivaban viñedos, hortalizas y frutales para el sustento de monjes y
peregrinos[6].
También en la Edad Media la asociación de huertos y jardines era muy
común en los monasterios y conventos. Estando bien cuidados y adecuadamente
abonados, podían producir espárragos, alcachofas y melones que contribuían a la
dieta alimentaria de sus habitantes, y de igual forma ofrecían hierbas
medicinales[7].
Más allá de los espacios monásticos, los palacios y casas privadas
también poseían jardines y huertos. En las ciudades italianas medievales
existían jardines y huertos en casas privadas y en amplios espacios verdes en
la periferia en los que el paisaje natural y el espacio bien cultivado
representaban la apacible vida del campo. En un estudio sobre el desarrollo de
los jardines y de los espacios verdes en el diseño urbano se señala que
"El examen de los planos urbanos muestra la
gran cantidad de espacios sin edificar que existían intramuros a finales de la
edad media y, todavía en muchos casos, hasta comienzos del siglo XIX: huertos
de conventos, huertos y jardines de palacios nobiliarios, huertos y campos
particulares, espacios ganaderos."[8]
A medida que nos acercamos al Renacimiento, especialmente el florentino
aunque no solo en él, los jardines y huertos palaciegos adquieren mayor
difusión, tanto en centro de la ciudad, como en otros espacios intramuros
aunque reservados al uso de sus propietarios.
En pinturas del Renacimiento y concretamente en el Cinquecento,
aparecieron ejemplos plásticos y artísticos de algunos jardines-huerto de
entonces, tratados con realismo o idealizados. Es el caso del tríptico
titulado El Jardín de las Delicias de Jerónimo
Boch (El Bosco) o de La Virgen con una multitud de
animales de Alberto Durero y que actualmente se encuentran en el Museo
del Prado (Madrid) y en el Museo Albertina de Viena (Austria) respectivamente.
En El Jardín de las Delicias las frutas
(cerezas, frambuesas, uvas, madroños, etc) del panel central son una clara
alusión a la relación de éstas con los placeres sexuales. Ya en la obra La
Virgen con una multitud de animales la fresa, el lirio y la peonía[9] aluden a la virginidad de María[10].
En Francia, e inspirado en los jardines renacentistas italianos, el
jardín del castillo de Blois, construido por Francisco I a comienzos del siglo
XVI tenía, además de los parterres de flores, una gran variedad de frutas y
verduras y contaba con naranjos y limoneros[11];
y el jardín de Catalina de Médicis, construido medio siglo más tarde, poseía
además de árboles, césped, flores, huerto y viñedo.
A partir del siglo XVI, el descubrimiento de nuevas especies en los
viajes ultramarinos puso de moda en los jardines europeos, las plantas exóticas
originarias de América y Asia, que tenían como principal objetivo la
ornamentación, la exhibición y el deleite, pero que estaban al alcance de pocos
ya que estaban localizados en espacios privados.
La finalidad de estos jardines podía ser múltiple. Por un lado, para
estimular la catalogación de nuevas especies hasta entonces desconocidas, se
crearon jardines botánicos vinculados a universidades o a institutos de
investigación, por lo que se convirtieron en una importante herramienta para el
estudio de la botánica. Por otro, el acceso de la población a ellos les pudo
dar más adelante un carácter educativo, tanto por la difusión de estos
conocimientos en los carteles identificadores, como por las zonas destinadas a
huertos y a la enseñanza de técnicas de cultivo de hortalizas, legumbres, etc.
Con ambientes naturales o aclimatados, los jardines botánicos podían
poseer, ya entonces millares de especies, unas exóticas y otras autóctonas, que
se cultivaban en grandes parterres y huertos internos, que también fueron
representados pictóricamente. Puede servir de ejemplo la obra Antiguo
Jardín Botánico de 1905 del expresionista alemán Max Beckmann,
perteneciente a la colección Lothar-Günther Buchheim, mostrando que formaban
parte del paisaje urbano o suburbano de las grandes ciudades[12].
En el siglo XVIII se puso de moda en Europa la
costumbre social del paseo y con él la necesidad de introducir jardines en la
planificación urbana. Los paseos arbolados, los parques públicos y los jardines
botánicos casi siempre construidos en los límites de la ciudad, donde se
disponía de espacio suficiente para ellos, popularizaron este hábito.
En Francia, a mediados del siglo XVIII Luis XV creó al lado del Jardín
de Versalles de estilo clásico o formal, un "jardín de instrucción",
en el que situó animales domésticos, un huerto y un jardín botánico[13].
En España el 17 de octubre de 1755 Fernando VI ordenó la creación del
Real Jardín Botánico de Madrid, instalado en la Huerta de Migas Calientes,
en las inmediaciones de lo que hoy se denomina Puerta de Hierro, a orillas del
río Manzanares, y en esta época ya contaba con más de 2.000 plantas. En 1774,
Carlos III dio instrucciones para su traslado al actual emplazamiento en el
Paseo del Prado.
Creado con la finalidad de desarrollar la enseñanza
de la botánica el jardín poseía además de plantas originarias del mediterráneo
y otras procedentes de clima ecuatorial, lo que hizo necesaria la construcción
de un invernáculo[14]. Actualmente en una de sus alas, la número 6
(figura 2), existe - con finalidad educativa - un huerto con un gran número de
especies, perfectamente clasificadas entre las que encontramos cereales,
leguminosas, solanáceas (lechugas), cucurbitáceas (calabazas, pepinos),
umbelíferas (zanahorias), frutales, palmeras plataneras y datileras, etc
(figuras 3 y 4).
En la placa que introduce el visitante al huerto se puede leer:
"A lo largo de la historia el hombre ha ido
domesticando los vegetales que mayor rendimiento alimenticio le ofrecían.
Con las expediciones científicas al Nuevo Mundo llegaron a Europa un buen
número de especies que comenzaron a cultivarse mezclados con las de otros
orígenes.
Nuestro huerto pretende mostrar esa variedad de
cultivos que se van rotando a lo largo del año según las estaciones. En otoño,
coles y lombardas. En invierno grelos, rábanos, ajos, puerros, y cebollas. En
primavera y verano borrajas, acelgas, espárragos, lechugas, pimientos,
berenjenas, sandías, melones, calabazas, calabacines, remolachas y endivias.
También según la época, se cultivan colecciones de calabaza, tomates,
pimientos, tabacos, patatas o maíces."
En las áreas urbanas o periféricas los huertos de la aristocracia solían
ser al mismo tiempo jardines en la parte próxima a la residencia del
propietario. Previendo una expansión posterior, las ciudades amuralladas de
toda Europa poseían en su interior amplios espacios no edificados que se
sumaban a otros localizados en su área perimetral amurallada, y en los que las
prácticas agrícolas eran comunes en tiempos de paz y más aún en períodos de
guerra.
Con el proceso de derribo de las murallas que encorsetaban las ciudades
que se prolongó hasta inicios del siglo XX las ciudades se expandieron
horizontalmente, se crean grandes avenidas, nuevas zonas residenciales, parques
y jardines públicos. Una situación que ya se venía produciendo en las ciudades
no amuralladas, como la mayor parte de las ciudades inglesas durante la edad moderna,
en las que su ausencia estimuló tempranamente la creación de tradiciones de
casas con jardines y huertos en la periferia de las ciudades[15].
Los parques públicos que se comenzaron a crear en las ciudades a partir
del siglo XIX tenían muchas funciones, que iban desde la práctica de ejercicios
y juegos al aire libre hasta la formación de huertos para la instrucción
infantil, y eran un eslabón que unía el habitante de la ciudad con la
naturaleza. Todo con el objetivo de educar y mejorar la salud de la población e
igualmente con la finalidad de superar la dicotomía campo-ciudad e introducir
la naturaleza en las ciudades[16].
Colaboraron en este proceso, desde mediados del XIX, un gran número de
revistas dedicadas a la jardinería y a la horticultura, como The
Horticulturalist o el Journal de la Royal Agricultural
Society, que circulaban con
diferentes propuestas de huertos-jardín, lo que favoreció su difusión entre la
población urbana que disponía de terrenos[17].
Los huertos urbanos de finales del XIX y parte del XX
La mayoría de los ejemplos de huertos urbanos de finales del siglo XIX y
la primera mitad del siglo XX de los que tenemos noticias están relacionados
con períodos de escasez de alimentos.
En los Estados Unidos de América, la Depresión de 1893-1897 hizo que el
alcalde de Detroit destinase terrenos desocupados a personas en paro, para que
pudiesen cultivarlos y producir alimentos. Una práctica que fue seguida por
otros municipios y que, con el nombre de relief gardens se
repitió durante la Gran Depresión entre 1929 y 1935.
También en el mismo país, durante las dos Guerras Mundiales, el
programa Liberty and Victory Gardens estimuló la construcción
de huertos familiares y comunitarios. Se consideró que 20 millones de
norteamericanos respondieron a la llamada y como resultado, en 1943 el 40 por
ciento de las frutas y vegetales frescos consumidos en Estados Unidos provenían
de huertos familiares, escolares o comunitarios[18].
El cottage garden en el Reino Unido, destinado a la
subsistencia de las familias y ampliamente difundido durante el siglo XIX, ganó
otra baza durante los bloqueos de Alemania en las Primera y Segunda Guerras
Mundiales con la escasez de alimentos, cuando se le asignaron nuevas tierras
para el cultivo de alimentos. Durante la Segunda Guerra, la campaña Dig
for Victory instruyó el pueblo para producir parte de su propia comida
y los jardines públicos se transformaron en huertos.
En Alemania los Schrebergärten, huertos familiares para las
clases populares y la creación de la Zentralverband der Arbeiter und
Schrebergärten (Unión Central de Trabajadores y Jardineros),
fundada en 1911, contribuyó a la elaboración de normativas municipales
que promovieron la construcción de huertos en la periferia[19]. Estas
iniciativas posibilitaron que los habitantes de las ciudades hiciesen de los
huertos urbanos y periurbanos una importante fuente alimentaria.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los huertos urbanos fueron
adquiriendo otras funciones, ya que, además de proporcionar alimentos,
permitían disfrutar del contacto con la naturaleza. En Europa, en general,
hasta finales de la década de 1960, eran comunes en áreas urbanas y en las
periferias de las regiones metropolitanas, aunque con la densificación y
expansión de las ciudades, fueron paulatinamente cediendo espacio a nuevas
edificaciones e infraestructuras.
Durante la década de 1960, en la región metropolitana de París los
efectos desastrosos de la urbanización difusa redujo sustancialmente los
huertos y las pequeñas fincas situadas en el seno de la Île-de-France[20].
En Buenos Aires, las tramas de quintas y huertos familiares del cinturón verde
de la región Metropolitana, que habían tenido origen en el siglo XIX, mermaron
en las últimas décadas por la presión de los nuevos emprendimientos
inmobiliarios[21].
En España, correspondió al Instituto Nacional de Colonización (INC) en
1950, durante la dictadura franquista, una de las primeras iniciativas
oficiales para la creación de huertos familiares de carácter marcadamente
rural. Posteriormente, y ligados al proceso de urbanización y crecimiento de
las ciudades, los denominados "huertos en precario" dedicados a los
cultivos de subsistencia, que ocupaban terrenos urbanos o periurbanos sin
autorización del propietario, eran comunes en los paisajes metropolitanos.
¿Cuál es la finalidad de la agricultura urbana hoy?
A primera vista puede parecer incongruente hablar de agricultura urbana
cuando existen enormes extensiones agrícolas destinadas a la producción de
alimentos, de piensos y de biocombustible. Aunque, como es de conocimiento
general, mientras en algunas regiones del mundo, como es el caso de Europa, el
importante excedente alimentario generado por la agricultura intensiva y
algunas reformas de la Política Agraria Común (PAC) influyeron en el abandono
de las actividades agropecuarias[22],
la población de otras regiones del mundo sufren por la inseguridad alimentaria.
En cualquier caso, en años recientes, la expansión de este peculiar tipo
de agricultura, practicada dentro de las ciudades, o por ciudadanos urbanos en
la periferia, es una realidad y camina a pasos agigantados. Por un lado
disminuye las dificultades ocasionadas por la alta de los precios alimentarios
que se produjo en 2007-2008 y que golpeó fuertemente la población pobre de los
países en desarrollo; como explica un documento de la FAO:
"La agricultura puede ayudar a
amortiguar los efectos de estas crisis. Si bien la agricultura es en su mayor
parte un fenómeno rural, la agricultura urbana puede ayudar a incrementar la
capacidad de resistencia a los impactos externos de parte de la población
urbana pobre y mejorar su acceso a las frutas y hortalizas frescas y a los
productos animales. Este mecanismo tendrá particular importancia en zonas en
las que la infraestructura inadecuada y las elevadas pérdidas durante el
transporte se añaden a la escasez y alto coste de los productos agrícolas.
Algunos agricultores urbanos podrían además ofrecer sus productos en los
mercados locales, generando ingresos para ellos mismos y sus familias"[23].
La FAO y el Comité de Agricultura de la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (COAG) han
puesto de relieve este fenómeno y han presentado propuestas sobre el tema en su
reunión de enero de 1999 en Roma. También se han creado organizaciones de
investigación y han surgido iniciativas internacionales desde en los inicios de
la década de 1990, como la Red sobre la Agricultura Urbana (1993), el
Grupo de Apoyo a la Agricultura Urbana (1996) y la Iniciativa
Mundial sobre la Agricultura Urbana (1996), en la que participan
importantes organismos internacionales y universidades con el objeto de impulsar
la agricultura urbana y periurbana en países desarrollados y subdesarrollados[24].
Como consecuencia de este trabajo, y de los programas que desarrolla
conjuntamente con los gobiernos de países en los que actúa,
"se estima que unos 800 millones de
habitantes de ciudades de todo el mundo participan en actividades relacionadas
con la agricultura urbana y periurbana, que les producen alimentos y generan
ingresos. Una combinación de datos de censos nacionales, encuestas a hogares y
proyectos de investigación señalan que hasta dos tercios de los hogares urbanos
y periurbanos participan en la agricultura. Una gran parte de los productos de
la agricultura urbana se destinan al consumo propio, mientras que los
excedentes ocasionales se venden en el mercado local"[25].
Por otro lado, esta evolución refleja la preocupación por un modo
productivo más sostenible. La agricultura ecológica producida localmente o en
circuitos cortos es una alternativa y, al mismo tiempo, una posibilidad de
desarrollar nuevos hábitos de alimentación, consumo y ocio. Además, respecto a
los aspectos ambientales, la inserción de la naturaleza en las ciudades, no
solo en forma de jardines y parques sino también en forma de huertos, recupera
terrenos vacíos, ayuda en el ciclo del metabolismo urbano (agua, energía y
materia) y contribuye a recuperar variedades locales, lo que aumenta la
biodiversidad. Con relación a la dimensión humana y social, los huertos
urbanos dan carácter e identidad a los espacios públicos que se transforman en
recintos de participación, apropiación ciudadana y también de educación
medioambiental.
Con diferentes objetivos que abarcan desde la propia subsistencia, la
mejora de la alimentación, o el complemento de la renta familiar, hasta el ocio
y la preocupación por consumir productos ecológicos con bajo coste, la práctica
de la agricultura urbana está relacionada con una serie de cuestiones que
reflejan la complejidad de la sociedad y muestra cómo sus necesidades promueven
la organización ciudadana, que lleva a cambios de actitud en relación con el
uso del suelo urbano que normalmente posee una calificación y una planificación
definidas.
Es por esto que los huertos urbanos, principales representantes de la
agricultura urbana, suscitan interés; y nada más oportuno que preguntarnos por
qué y cómo en las últimas décadas una actividad mayoritariamente desarrollada
en zonas rurales, aunque también en las periferias de las ciudades, ha ido
ganando importancia y se ha extendido a pequeños espacios disponibles o en
desuso en las medianas y grandes ciudades.
La agricultura urbana como solución a la inseguridad alimentaria y complemento
de la renta familiar
Desde finales del siglo XX, y generalmente apoyados por la FAO, el
número de países subdesarrollados donde se han promovido experiencias
relacionadas con la agricultura urbana se ha incrementado. Con
la finalidad de solucionar la carencia alimentaria, han sido los países
que poseen poblaciones con mayor riesgo de inseguridad alimentaria los que, a
partir de la década de 1990, han desarrollado algún tipo de normativa pública
de incentivos para la agricultura urbana, tanto en las grandes ciudades como en
otras poblaciones menores.
Aunque es difícil contabilizar su producción, ya que la actividad es
reciente y las cifras cuantitativas son escasas, la agricultura urbana representa una realidad importante para
muchos países en desarrollo. "Hasta un 70 por ciento de las familias
urbanas participan en actividades agrícolas, según la primera cuantificación
sistemática de la agricultura urbana realizada por la FAO, basada en datos
obtenidos en 15 países en desarrollo y con economías de transición en las que
existen estadísticas comparables (de la base de datos de las Actividades
Generadoras de Ingreso Rural)"[26].
Según la misma organización, la productividad agrícola, sobre todo de
hortalizas, ha crecido en las ciudades y en sus periferias. La práctica
intensiva en pequeñas parcelas tiene un rendimiento alto y responde de
inmediato a la necesidad urgente de alimentos. Por esto y por su carácter
perecedero, se adapta a las zonas urbanas propias donde, si se adoptan técnicas
correctas, la productividad puede ser hasta 15 veces superior a la obtenida en
la agricultura rural; algunos cálculos dan estos resultados. Estudios de la FAO revelan
que "un micro-huerto de un metro cuadrado puede producir cualquiera de las
siguientes cosechas: unos 200 tomates (30kg) al año; 36 piezas de lechuga cada
60 días; 10 coles cada 90 días;
100 cebollas cada 120
días"[27].
Los beneficios para la seguridad alimentaria
derivados de la agricultura urbana, especialmente de la horticultura, en que
participan hasta un 65 por ciento de las familias urbanas en algunos países
subdesarrollados, se encuentran principalmente en un mejor acceso a alimentos
adicionales y más nutritivos. Los hogares urbanos involucrados en estas
prácticas suelen consumir una mayor cantidad de alimentos, a veces hasta un 30
por ciento más, y tienen una dieta más diversificada, como indica el incremento
en la variedad de alimentos consumidos. Un mayor consumo relativo de
hortalizas, frutas y productos cárnicos se traduce, en su conjunto, en un mayor
insumo de energía y una mayor disponibilidad calórica, lo que puede ser crucial
para algunos grupos sociales, como la población más pobre, las mujeres en edad
reproductiva y los niños [28].
Las políticas que rigen esta actividad varían de
acuerdo con los países, regiones o ciudades en función de las condiciones
locales específicas, de las iniciativas sociales y del interés que pongan en
ella los gobernantes. Por esto, en algunos países más comprometidos con los problemas de la insuficiencia alimentaria se
han puesto en marcha medidas de cuño nacional, que abarcan varios sectores de
la población y debido a esto tienen más posibilidades de éxito, mientras que en
otros las políticas aún son tímidas ya
que los proyectos se desarrollan en estados o ciudades muy concretas o con
pocas ayudas.
Especificando los ámbitos que abarcan, tenemos en Latinoamérica dos
grupos de países. Uno, en que los gobiernos han optado por una legislación
de ámbito nacional, por lo tanto más amplia, lo que ha posibilitado que no solo
las capitales si no también otras ciudades de mediano o gran tamaño posean
algún tipo de incentivo para formar sus huertos.
Otro grupo, en que los proyectos son de carácter local o regional,
que cuentan con la participación de las ONG y que tienen como blanco las
poblaciones más pobres de las grandes áreas metropolitanas. Caracas, Bogotá,
Ecuador, Lima, La Paz, Asunción, Ciudad de México, Guatemala y más
recientemente Managua son ciudades que cuentan con planes más
consistentes, aunque con características dispares.
En el primer grupo está Cuba, quién tomó la delantera en América Latina,
impulsando un plan nacional de incentivo a la agricultura hidropónica urbana y
periurbana en un momento de fuerte crisis alimentaria, provocada por la caída
de la URSS, con quién mantenía el 80 por ciento de su comercio exterior. Casi
siempre practicada en forma de huertos intensivos y organopónicos que, además
de aumentar el número de empleos,
más de 22.000 hasta el año 2007, incrementó la producción de hortalizas y
condimentos frescos en el área urbana de La Habana, con lo que aumentó de 20
mil toneladas en 1997 a 280 toneladas en 2007[29].
En Argentina la puesta en marcha del programa Pro-Huerta estuvo
relacionado con el período de recesión por el que pasó el país durante la
década de 1990, cuando se produjo la quiebra de numerosas empresas y la
desaparición de miles de puestos de trabajo. Desde 2003 y dentro de las Políticas
de Inclusión Social se puso en marcha, con apoyo de la FAO, el
programa Huertas Bonaerenses con el objetivo de estimular el cultivo de productos de subsistencia a
ciudadanos con bajos ingresos. Pretende desarrollar 160.000 huertos
familiares y escolares, y 4.500 comunitarios. En 2006 solo la ciudad de
Rosario poseía 800 huertas urbanas comunitarias[30].
En Brasil, el Ministério de Desenvolvimento Social e Combate a
Fome (MDS) promueve la política nacional de agricultura urbana como
parte de sus acciones para garantizar la soberanía alimentaria y nutricional de
la población más pobre. Inicialmente el incentivo a la agricultura urbana
formaba parte del Plano Nacional de Segurança Alimentar e Nutricional (Fome
Zero) y delPrograma de Aquisição de Alimentos de la Agricultura
Familiar, en el que participan principalmente los agricultores
familiares que no tienen acceso a las líneas de crédito del Programa
Nacional de Fortalecimento da Agricultura Familiar (PRONAF)[31].
A partir de 2008 se crearon 14 Centros de Apoio a Agricultura
Urbana e Periurbana (CAAUP) con el objetivo de atender una demanda
específica de la población que reside en las regiones metropolitanas, y que en
2006 contaba con más de 600 iniciativas de agricultura urbana y también
periurbana, en su mayoría sin apoyo institucional. Desde 2010 son 23
las áreas metropolitanas beneficiadas con el programa[32]. Se ha señalado que:
"Cada Centro desarrolla acciones de
formación, asistencia técnica y fomento que benefician directamente a miles de
agricultores urbanos, a la vez que consolida espacios multiactorales que
promueven la agricultura urbana en las regiones metropolitanas como parte de la
política nacional de seguridad alimentaria. En Brasil, la política de seguridad
alimentaria y nutricional incluye la implementación y funcionamiento de
restaurantes populares, cocinas comunitarias, bancos de alimentos y la compra
directa de alimentos a los agricultores familiares a través del Programa de
Adquisición de Alimentos (PAA)[33]".
Este programa fomenta actividades agrícolas en pequeñas áreas urbanas y
periurbanas ociosas que se destinan a cultivos de subsistencia y que pueden
generar renta. También financia la industrialización y comercialización de los
alimentos cosechados[34].
Venezuela y México cuentan con el apoyo técnico de Cuba y promueven
políticas que abarcan diversas áreas metropolitanas. En Venezuela el Proyecto
Simon Bolivar está en vigor desde 2007 eincentiva la formación
de huertos familiares, comunitarios y escolares. En enero de 2010
había 75 huertos familiares, 23 huertos comunitarios y 12 huertos
escolares en 36.618 metros cuadrados y una producción estimada de 95.344 kilos
de alimentos, que se distribuyeron entre las familias más vulnerables de cada
comunidad, se vendieron en ferias agrícolas y se destinaron al
autoconsumo. Extendido en 50 municipios de
21 estados del país, este proyecto atendió a unas 1.440 familias[35].
En México, desde 2007 la Secretaría de Desarrollo y Equidad para
las Comunidades (CEDEREC) de la Ciudad de México apoyó 21 proyectos de
agricultura urbana que se realizaron con la finalidad de incorporar los
ciudadanos a la producción de alimentos dentro de las ciudades, en los cascos urbanos
de los pueblos y asentamientos periurbanos, con principios de agricultura
sostenible y aplicando métodos intensivos, con la finalidad de crear
estabilidad de la fuerza de trabajo y una producción diversificada. En las
zonas netamente urbanas, los agricultores son ciudadanos que han convertido
todo o parte de su jardín, azoteas y balcones en cultivos de hortalizas. Se
practican igualmente la agricultura vertical, es decir, macetas colocadas en
baldes superpuestos, la cría de ganado menor y mayor, y los huertos
comunitarios[36]. Este apoyo institucional
beneficia tanto a la Ciudad de México cómo algunos municipios de
Jalisco(Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco de Zúñiga). Se estimó que en 2010
pueden haber participado de estas actividades unas 8.000 personas[37].
En Colombia, en las ciudades de Bogotá, Medellín y Cartagena, los
gobiernos locales, el Jardín Botánico de Bogotá e instituciones internacionales
han capacitado a más de 50 mil personas en técnicas para el cultivo en espacios
urbanos. En el departamento de Antioquia, cuya capital es Medellín, existen
7.500 huertos en 90 municipios[38].
Se trata de iniciativas complementarias al Plan MANA (Programa de Mejoramiento
Alimentario y Nutricional) y al "Bogotá sin hambre", ya existentes.
En Perú destacan, el Programa Cosecha Urbana del Centro
Internacional de la Papa y una Red de Agricultores Urbanos compuesta por
más de 2.800 miembros[39].
En Bolivia sobresale elProyecto de Micro-jardines Populares,
desarrollado con el apoyo del gobierno belga y de la FAO en el municipio El
Alto, densamente poblado y pobre[40].
Los huertos y micro-huertos también son una solución para el suministro
de alimentos en situaciones catastróficas. Fueron incentivados en Indonesia,
después del tsunami de 2004, y en Haití entre las víctimas del terremoto de
enero de 2010. Pero no solamente en estos casos. Estudios realizados en
Senegal pusieron de manifiesto que un 35 por ciento de los productos se
destinan al consumo de la familia, mientras que el resto se vende. En
Dakar más de 4.000 habitantes urbanos, sobre todo mujeres, montaron
micro-huertos en sus patios y terrazas. Los ingresos comunes de un micro-huerto
de 10 m2 de una familia van de 15 USD a 30 USD mensuales[41].
Los huertos en las azoteas de El Cairo comenzaron en el inicio de la
década de 1990, cuando en la Universidad Ain Shams, un grupo de profesores
de agricultura desarrolló una iniciativa para cultivar verduras orgánicas en
las ciudades egipcias con gran densidad de población. La iniciativa se aplicó a
pequeña escala, hasta que fue oficialmente adoptada por la FAO[42].
Según la FAO, la agricultura urbana goza de
particular importancia en países de bajos ingresos, como Malawi, Nepal y
Vietnam; y también en economías más desarrolladas como Panamá donde un
porcentaje elevado de familias urbanas se dedica a estas actividades agrícolas.
En tres cuartas partes de los países analizados, el porcentaje de familias
urbanas que participan en la producción agrícola y—en menor medida—ganadera,
sobrepasa el 30 por ciento. En otros países, como Indonesia, el porcentaje es
mucho menor, pero no está claro si estas diferencias se deben a factores
económicos, a normativas o metodologías de medición de la agricultura en áreas
urbanas[43].
Asimismo se estima que más del 90 por ciento de los hogares en que se
practica la agricultura urbana, conserva y almacena parte de su
producción. La meta de esta agricultura, en todo caso, ha sido crear
instrumentos para incrementar de forma sostenible la suficiencia alimentaria,
aumentando la oferta de productos en el mercado e influyendo en esta medida en
la reducción de sus precios, aunque como sabemos, éstos dependen mucho más del
mercado internacional y de las tasas de cambio que de los procesos internos de
oferta y demanda.
Además los inputs agrícolas, representados
principalmente por los fertilizantes y agrotóxicos, también son establecidos
por el mercado internacional, provocando, por un lado, el alza de precios de
los productos agrícolas y, por otro, contribuyendo a la pérdida de eficiencia
natural de los suelos y al deterioro medioambiental[44].
Estos son algunos de los motivos por los que en las áreas más pobladas y
pobres del planeta urge aplicar políticas que incentiven todo tipo de prácticas
agrícolas ecológicas, incluso los huertos y micro-huertos urbanos, ya
que promueven la sustitución de la importación de alimentos por la
producción propia[45]. También es un camino hacia una disminución de la
creciente brecha entre ricos y pobres y
para frenar el avance de los graves problemas medioambientales existentes. Y
para ello son determinantes tanto la participación ciudadana y el acceso a la
información, cómo el compromiso político para la continuidad y ampliación de
los proyectos existentes y la creación de condiciones que favorezcan además, el
surgimiento de nuevas experiencias que promuevan la mejora de la calidad de
vida entre la población más pobre. Condiciones ya alcanzadas en los paises
desarrollados y que se refleja en el planteamiento dado a los huertos urbanos
como veremos a continuación.
La agricultura urbana como alternativa para el consumo de productos ecológicos,
la educación medioambiental y el ocio
El consumo de productos de buena calidad y la preocupación con la
agricultura sostenible está implícita en los programas de agricultura urbana,
con vistas a resolver problemas de deficiencia alimentaria en los países
subdesarrollados, aunque en los países desarrollados esta preocupación también
existe y obviamente está desvinculada de la deficiencia alimentaria.
Esto es así porque, aparte de situaciones específicas como fueron las
dos grandes guerras mundiales y otros períodos de hambruna que asolaron Europa
en diferentes siglos, estos países han vivido en las últimas décadas un período
de suficiencia alimentaria y nutricional que ha hecho que los huertos perdiesen
la importancia que tuvieron en períodos de dificultad.
Sin embargo una vez satisfechas las necesidades primarias, aparecen
otras que están implícitas en un nuevo discurso que reivindica más calidad
de vida en las ciudades, la sostenibilidad medioambiental y la integración
social. Todo esto está relacionado con la inmigración hacia las
ciudades y con la densificación de éstas; con nuevas exigencias, como la
de estar en contacto con la naturaleza y consumir productos
naturales, y también con experiencias como las de los huertos urbanos.
Para que se haya producido esta nueva actitud, la información y la
concienciación han sido clave. El interés por alimentos libres de
componentes sintéticos y que promueven el equilibrio del ecosistema ha puesto
de manifiesto que la agricultura comercial y a gran escala, forma parte de
sistemas agrarios que a partir de la "revolución verde" incrementaron
de forma descontrolada la energía externa, representada principalmente por los
agrotóxicos y fertilizantes, y que esto ha reducido drásticamente la eficiencia
de los suelos y la disminución de la calidad de los alimentos. Un informe de la
Comisión Europea demuestra que el consumo de productos ecológicos está
creciendo a tasas anuales próximas al diez por ciento en los principales países
miembros[46].
También ha contribuido a esta nueva postura, la percepción de que el
consumo de alimentos ecológicos adquiridos mediante venta directa o circuitos
cortos disminuye los gastos de transporte y la contaminación,
y refuerza los productos endémicos. Una condición que creemos necesaria
para frenar los efectos de la creciente huella socio-ecológica ambiental,
resultado de un deterioro del medio natural sin parangón que nos está llevando
a una situación insostenible y que solo se resolverá a medida que consigamos
aplicar nuevos conceptos de desarrollo[47].
En este sentido son importantes los movimientos urbanos alternativos y
contraculturales que reivindican una sociedad más justa y más respetuosa con el
medioambiente, como el Movimiento 15 M que se inició en Madrid en la Puerta del
Sol el 15 de mayo de 2011. Extendido por la mayoría de las ciudades
españolas y contando con el apoyo de organizaciones sociales como las
asociaciones de vecinos (AA.VV.), grupos de ecologistas y anti-sistema,
como los denominados okupas, estos movimientos promovieron, durante
sus acampadas, charlas y talleres, y construyeron colectivamente, en medio de
la Puerta del Sol en Madrid y en los jardines de la Plaza Cataluña en
Barcelona, huertos urbanos (figuras 5 y 6). Conocidos como "huertos de los
indignados", simbolizaron, según sus organizadores, por un lado, la
necesidad de que se introduzcan las cuestiones ambientales en el centro de la
agenda política; y por otro, representaron la posibilidad de crear nuevas zonas
verdes que diversificaran el paisaje urbano y promovieran espacios
interclasistas e intergeneracionales de encuentro y participación ciudadana,
además de ser una herramienta para promover la educación ambiental[48].
Apuntando en esta dirección, en Europa también aumenta el interés y se
amplían las áreas destinadas a los huertos particulares y comunitarios en las
ciudades. Principalmente por la preocupación por hábitos saludables y la
necesidad de estar en contacto con áreas verdes, donde los índices de CO2
son ínfimos o inexistentes, donde abunda el O2, como en los bosques, jardines y
huertos; y que está asociada a dos tipos fundamentales de proyectos. En uno
está presente la educación ambiental y el aprendizaje sobre los ciclos
productivos en los que participan niños y jóvenes; el otro está relacionado con
el ocio y la posibilidad de relacionarse y de asociarse mediante diversas
actividades realizadas paralelamente a las prácticas agrícolas, como reuniones
sociales, comidas y fiestas. En ambos casos, están implícitos, la producción de
alimentos de calidad con bajo coste y el compromiso medioambiental.
Se trata de un nuevo estilo de vida en que la cultura de lo rural tiene
un papel importante en la biodiversidad de las ciudades (microclima, calidad
del aire, suelos, estética urbana, etc)[49],
y promueve el contacto con la naturaleza, el ocio y el desarrollo de las
relaciones sociales en una sociedad cada vez más multicultural.
Con este abanico de propósitos existen muchas experiencias interesantes
en Europa Occidental, aunque aquí citaremos algunas que consideramos más
representativas, sea por su carácter público, por su especificidad o porque
abarque áreas más amplias. Una de ellas se está produciendo en Londres, y tiene
como objetivo convertir para 2012, un total de 2.012 fincas en huertos urbanos.
El proyecto se denomina Capital Growth y está siendo impulsado
por Boris Johnson, alcalde de la capital inglesa. Tiene como objetivo
transformar espacios urbanos públicos o privados, vacíos o subutilizados
en oases of food growing en el que hasta ahora se
comprometieron más de 35.000 londinenses[50].
Además de éste, destaca también en Londres el programa Making
Local Food Work, impulsado por diferentes asociaciones, y el Good
Food Camden, de iniciativa local, y que plantea aumentar la disponibilidad
de alimentos frescos entre la población con rentas más bajas. Como resultado de
estas iniciativas, en 2006 había en Londres 737 allotments que
se distribuían no solo en los municipios periféricos sino también en 29 de los
32 municipios del Gran Londres[51].
En Francia, con el objetivo de frenar la fuerte expansión urbana de la
región parisiense en los años 1960 y preservar espacios verdes y otros
destinados a la agricultura urbana y periurbana se creó, en la década de
1980 la Ceinture Verte con más de 90.000 hectáreas y
situado entre 10 y 30 kilómetros del centro de París[52].
A él siguió en 2001 otro proyecto denominado Triangle Vert,
que abarca una zona fuertemente urbanizada situada a menos de 25 kilómetros de
París. De su espacio total de 4.800 hectáreas, 1.716 se destinan para la
agricultura y están repartidas entre unos treinta agricultores, la mayoría
profesionales aunque también trabajan personas jubiladas. La meta es asegurar
el mantenimiento y el desarrollo de la agricultura favorecida por la proximidad
con la urbe y al mismo tiempo reconocer el valor medioambiental, paisajístico y
cultural del lugar[53].
En Alemania, país de gran tradición de jardines hortícolas
privados, se ha promovido en los últimos años la diversificación de éstos y la
construcción de huertos urbanos. Además está en marcha desde 2003 el proyecto
los Jardines Interculturales (Stiftung Interkultur),
que en mayo de 2011 contaba con 112 jardines en 14 länders (estados
federados)[54].
Como resultado de esta tradición y de las iniciativas de la asociaciones
locales de jardines comunitarios y de sus agrupaciones, en 2005 el 4,5 por
ciento de su superficie estaba ocupada con huertos que se concentraban en los
bordes de Berlín, al norte (distrito de Pankow) y sureste (distrito de
Treptow-Köpenik), colindantes con áreas de verde urbano, con grandes terrenos
desocupados o con zonas boscosas del norte[55].
En Suiza, la ciudad de Renens ha creado más de
45 huertos en áreas de Censuy y 12 en Simplon en los últimos dos años. Al total
existen 249 parcelas de huertos urbanos[56].
En Italia, al norte de Milán, los huertos urbanos datan de la década de
1980 y tienen como objetivo crear una conexión entre el Parco Nord
Milano y la ciudad[57]. Además el proyecto Orti Urbani creado
en diciembre de 2006 por Italia Nostra, Associazione Nazional per la
Tutela del Patrimonio Storico, Artístico e Naturale Della Nazione ha
hecho un llamamiento a todos los propietarios de superficies verdes de todo el
país que se unan a su causa y que las transformen en jardines, huertos o
parques "culturales". Con una preocupación ambiental, promueve
seminarios, conferencias además de divulgar experiencias y hacer denuncias[58].
En Portugal existen diferentes iniciativas en varias ciudades que tienen
como objetico crear espacios verdes y producir alimentos ecológicos. Una de
ellos es el Plano Verde que pretende crear corredores
conectando los parques de la ciudad de Lisboa que poseen huertos urbanos en
zonas próximas a la capital, a lo largo de un anillo de 7 kilómetros[59].
Otra es el programa Horta de Cascais creado en este municipio
en 2010 con el objetivo de potenciar la calidad de vida de los ciudadanos y la
calidad medioambiental del territorio. Además, en el área urbana de Braga con
32 kilómetros cuadrados había en 2007 cerca de 10 kilómetros cuadrados ocupados
con huertos familiares[60];
y en Oporto, había en octubre de 2009 doce huertas distribuidas en una
superficie de 2,5 hectáreas, con 350 usuarios y una larga lista de espera de
700 personas[61].
En España, a partir de la década de 1990, urbanitas de diferentes
ciudades se han puesto de acuerdo para solicitar la puesta en marcha de
reglamentos que no solo permitan sino que incluso fomenten los huertos en solares urbanos.
Esto ha hecho que algunas administraciones públicas inicien el proceso de
regulación de uso de terrenos municipales para huertos urbanos. Pero en muchos
casos son las asociaciones, colectivos o comunidades de vecinos los que por su
propia iniciativa aprovechan solares en desuso o parcelas abandonadas para
organizar huertos y otros espacios comunitarios.
En Madrid existen muchas iniciativas de estas características. Unas
promovidas por asociaciones de vecinos, otras por instituciones educacionales y
fundaciones. Una de ellas está situada en la calle Doctor Fourquet, nº 24, en
el barrio de Lavapiés muy denso y sin espacios verdes. Impulsado por el
colectivo de vecinos denominado ¡Esto es una plaza!, el huerto
comunitario funciona como un lugar de intercambio y desarrollo del tejido
social con espacios de cultura, deporte y ocio, según se puede observar en la
figura 7. Antes de 2008 era un espacio abandonado desde hacía más de 30 años.
El fuerte apoyo de los vecinos hizo que en diciembre de 2009 el Ayuntamiento
les diera una cesión por 5 años[62].
Otra iniciativa la encontramos en el Barrio del Pilar, en el que
la Asociación de Vecinos La Flor gestiona desde 2007 el huerto
comunitario Corcubión. En él participan los vecinos plantando hortalizas
de temporada. Está situado en la Plaza de Corcubión y era un espacio
anteriormente en desuso[63].
También podemos citar el Huerto Comunitario de Ventilla (Tetuán),
promovido por la Asociación Vecinal Ventilla-Almenara y la
Asociación Radio Almenara. Comenzó en 2009 con una subvención del
Ayuntamiento de Madrid, desarrolla varios proyectos y talleres (figura 8)[64].
Con características diferentes, en 2011 la Fundación Carmen
Pardo-Valcarce, que trabaja con personas discapacitadas, ha puesto en marcha el
proyecto medioambiental Rus in Urbe. Nos referimos a la Huerta de
Montecarmelo localizada al norte de la ciudad de Madrid que cuenta con 146
huertos de 20 metros cuadrados, que alquilan por 85 € al mes y son trabajados
parcialmente por jóvenes descapacitados. Asimismo poseen expertos que crean y diseñan huertos urbanos y
asesoran a personas que quieren conseguir el máximo rendimiento de sus huertos[65].
También hemos encontrados en Madrid, huertos que tienen como finalidad
la educación medioambiental. El Huerto Urbano Ecológico Siglo
XXI, en Maratalaz, el huerto universitario de la escuela Técnica
Superior de Ingenieros Agrónomos y el del grupo GRAMA (Grupo de Acción
para el Medio Ambiente).
En Sevilla una de las experiencias de huerto urbano más antiguas la
encontramos en el Parque de Miraflores, Barrio de la Macarena. Se trata
del Programa Huerta Las Moreras con 20 años de existencia,
ocupa 5 hectáreas del referido parque con varios subprogramas, entre los que
destacamos el del huerto de ocio y el de los huertos escolares. Para el huerto de ocio, "se dispone de 160
parcelas que oscilan entre 75 y 150 m2 de agricultura
hortofrutícola o floral en terreno municipal, destinándose los productos de la
misma al autoconsumo"[66].
Otra experiencia es la Huerta del Rey Moro que está localizada en la
calle Enladrillada y es el mayor espacio público no urbanizado en el casco
histórico de Sevilla. El destino del solar era otro, la construcción de
viviendas; sin embargo la oposición de los vecinos que reivindicaban un espacio
verde, hizo que el ayuntamiento se volviera atrás y lo transformase en un
espacio público de 5.000 metros para actividades comunitarias.
Este cambio de uso del suelo urbano posibilitó la conservación de una
área con importante valor arqueológico ya que allí se encuentran restos de una
antigua huerta del siglo XV y la
Casa del Rey Moro de finales del mismo siglo, considerada la más antigua
construcción doméstica tras el Alcázar de Sevilla. Coordinado por la Asociación de Amigos de la Huerta del Rey Moro
"La Noria", en este solar se desarrollan actividades culturales,
ecológicas y comidas populares, etc. Para las actividades medioambientales se
creó un programa de huertos escolares en que unos 2.000 alumnos han realizado múltiples jornadas de trabajo en
torno a la cultura hortofrutícola. En el
huerto colectivo participan unos 150 vecinos y produce frutas como higos, moras, nísperos, limones,
naranjas y hortalizas de temporada[67].
Además no podemos dejar de mencionar los 250 huertos ecológicos
existentes en el Parque Tamarguillo. Un espacio verde que sirve de refugio y
reproducción a diferentes especies de aves y pequeños animales. Los hortelanos
crearon la Asociación de Agricultores Ecológicos y Cultural que reivindica la
cancelación de las obras de una autopista que dividiría el parque en dos,
destruyendo parte de los huertos y del ecosistema que conforma el parque[68].
En Barcelona, como en Madrid y Sevilla, las iniciativas son diversas y
están vinculadas a la demanda popular, en la mayoría de las veces representada
por las asociaciones de vecinos. Una de estas iniciativas lo promueve el ayuntamiento,
a través del Institut Municipal de Parcs i Jardins de Barcelona poniendo
en marcha un programa de huertos que situados en terrenos públicos cuenta en
2011 con una red de 12 parcelas que tienen entre 20 y 40 metros cuadrados
y que están dotadas de infraestructura suficiente para el cultivo
biológico. En el programa pueden participar solo los jubilados mayores de
65 años [69].
Además de esta pequeña red de huertos urbanos municipales, tienen
importancia otras experiencias impulsadas por asociaciones de vecinos y
comunidades. Aunque este tema será profundizado en una investigación posterior,
tratamos aquí de algunas iniciativas más sólidas. Una de ellas se localiza en
la masía Can Masdeu, ocupada desde diciembre del 2001 y que
involucra a muchas familias y grupos de Nou Barris. En su huerto comunitario
formado por parcelas en torno a la masía, unas 80 personas entre 20 y 85 años,
cultivan en grupos o de forma individual hortalizas, varios tipos de legumbres,
hierbas medicinales y aromáticas, etc. Desarrollan un proyecto de educación
medioambiental para niños y jóvenes y otras actividades sociales de tipo lúdico
(figura 9)[70].
Otra iniciativa está situada en el centro histórico de Barcelona, en el
Barrio de Sant Pere, en la plaza Pou de la Figuera, y se denomina L'hortet
del forat. Su origen está vinculado al proceso de reurbanización de la zona
y a la reivindicación vecinal de espacios comunes. Se localiza en un espacio
que estaba abandonado y en él se planteaba la construcción de un hotel y un
parking[71].
El huerto es comunitario y tiene como objetivo promover un cambio de actitud
respecto a las cuestiones ambientales, para esto promueven charlas de
concienciación, organizan talleres que incluyen el aprendizaje de diferentes
aspectos inherentes al cultivo, incluso el proceso de compostaje. Con los
productos cosechados elaboran comidas populares (figuras 10 y 11)[72].
Además de los huertos que ya están "dando frutos" existen
otros que todavía están en proceso de busqueda de áreas disponibles y
legalización de las actividades. Uno de ellos es el Projecte d'horts
urbans al Poble Sec, también en un barrio central de Barcelona. Para ello
se unieron y están trabajando, desde julio de 2010, dos asociaciones de
vecinos: la Associació de
Veïns de Satalia y la Associació
de Veïns de Poble Sec. El informe
preliminar señala que tienen como objetivos promover una alimentación más
saludable y mejorar los aspectos social, medioambiental y paisajístico del
barrio[73].
En la América anglosajona la agricultura urbana también está presente y
los objetivos principales son el consumo de alimentos de calidad y el trabajo
en comunidad, aunque, cada caso tiene sus peculiaridades. Entre los ejemplos
más sobresalientes están las políticas desarrolladas en las ciudades de Detroit
(EE.UU.) y Vancouver (Canadá) que comentaremos a continuación.
En Detroit, y dando continuidad a otras experiencias desarrolladas
anteriormente, The Garden Resource Program ha promovido la
ocupación de grandes espacios públicos y de barrios industriales en desuso que
suman unas 74.000 hectáreas. El resultado ha sido la construcción de un amplio
número de huertos colectivos cultivados con hortalizas legumbres y frutales.
Esta y otras propuestas individuales o colectivas, como la de las granjas
comerciales, pretende, por un lado, resolver el problema de los solares
vacantes localizados en antiguas áreas industriales y transformar la ciudad en
un líder nacional de producción de alimentos provenientes de la agricultura
urbana. Por otro, corregir los hábitos alimentarios y de salud de la población,
y promover la recuperación de estos barrios respecto al cambio de uso del
suelo, formación de áreas verdes y seguridad ciudadana. Los mayores problemas
son el agua y los suelos industriales contaminados por metales pesados y otros
elementos químicos.[74].
Vancouver, una de las ciudades con gran calidad de vida, también ha
optado por incentivar la práctica de agricultura urbana en espacios públicos o
infrautilizados. Según el Vancouver Food Policy Council, esta
actividad además de administrar alimentos, promueve el desarrollo local e
involucra a sus habitantes en el sistema local de producción de alimentos. En
2010 había 80 huertos comunitarios ocupando más de 6 hectáreas. De ellos, 61 se
encontraban en terrenos públicos y 19 en áreas privadas cultivadas individual o
colectivamente. En 2002, el 44 por ciento de los hogares vancuveritas poseían
huertos.
Además, y con la finalidad de estimular los circuitos cortos, se
fomentan las empresas de agricultura urbana para que provean la demanda local.
En 2010 ocho empresas utilizaban unos 9.300 metros cuadrados de patios y otras
parcelas urbanas para cultivar alimentos[75].
En este contexto, los huertos
urbanos así como los parques y jardines, son una oportunidad para que los
habitantes de las ciudades entren en contacto con la naturaleza. Además,
presentan otras ventajas importantes: son indicadores de un cambio de valores,
recuperan espacios urbanos abandonados o degradados, satisfacen parte de la
demanda de productos ecológicos de bajo coste, fomentan las relaciones
sociales, y el intercambio de experiencias y productos, ya que se trata también
de áreas de ócio al aire libre. Aunque, como hemos visto, la iniciativa
ciudadana individual o colectivamente, casi siempre es quien toma las
decisiones para la implantación de huertos urbanos; las administraciones
públicas, con diferentes niveles de compromiso, también han colaborado y
apoyado proyectos para la creación y el mantenimiento de espacios verdes
urbanos y periurbanos en que las actividades hortícolas tienen un papel
destacado.
Huertos urbanos: ¿un concepto similar para ricos y pobres?
Hemos visto a lo largo de este artículo, como en una sociedad
predominantemente urbana, con una economía cada día más globalizada y
concebida como de "crecimiento ilimitado" y de urbanización
generalizada [76],
el consumo de productos ecológicos cultivados colectivamente y en área urbanas
está adquiriendo un creciente interés en todo el mundo. Una realidad que la
geógrafa Josefina Gomez Mendoza, reflejó en una frase que introduce su obra
sobre el Madrid decimonónico: "La ciudad moderna ha querido expulsara la
naturaleza hasta sus confines, sin lograrlo." [77] y
que evidencia cómo, contra muchos intereses, la naturaleza no solo ha
conseguido sobrevivir en este espacio, sino que ha ido ampliándolo favoreciendo
así una ciudad más humana y sostenible.
En la introducción de este
artículo hemos señalado que nuestro objetivo es analizar porque en las últimas
décadas, la naturaleza en forma de huertos y micro huertos se ha multiplicado
en los espacios urbanos y cómo algunos factores, entre ellos, la
concienciación, la organización ciudadana y en algunos casos el apoyo
institucional han sido imprescindibles para esto. Sin embargo, al concluir esta
primera fase de nuestra investigación, creemos importante señalar algunos
aspectos fundamentales sobre lo que hemos estudiado. Uno de ellos es el hecho
de que las razones por las que se han impulsado los huertos urbanos en países
desarrollados y subdesarrollados están vinculadas entre si, aunque, de forma
general, pueden presentar, según la realidad de cada región o país,
características diferentes. Así, no podemos decir que los motivos que impulsan
a europeos y latinoamericanos a cultivar sus huertos sean exactamente los
mismos, pero si podemos afirmar que entre los que participan de esta actividad,
existe, de los dos lados del Atlántico, un porcentaje importante de ciudadanos
que actúan con objetivos idénticos.
Es muy probable que un número
significativo de latinoamericanos cultiven huertos en su ciudad porque les
preocupa consumir productos de calidad y que, así como ocurre en Europa, el
camino más corto y económico es el huerto propio. Además, pese a que los
problemas de acceso a la alimentación básica están resueltos en Europa, los
períodos de crisis y de altas tasas de paro como el actual pueden transformarse
en ocasiones oportunas para el desarrollo de esta actividad ya que proporciona
alimentación sana, trabajo al aire libre, al mismo tiempo que fomenta las
relaciones sociales.
Otro aspecto que merece ser
comentado es que el proceso de densificación urbana es global y que muchos
habitantes de las medianas y grandes ciudades en cualquier ciudad del mundo
tienen las mismas necesidades de disfrutar de áreas de ocio al aire libre, de
participar de actividades sociales y de debatir los problemas ambientales que
les afectan, así como promover la educación medioambiental.
En este mismo contexto encontramos otra ventaja en la agricultura